Alessandra Rampolla: “Para jugar en el sexo alcanza con una venda en los ojos, una pluma y un masaje con aceite”
A veinte años de convertirse en la sexóloga más famosa de habla hispana, la puertorriqueña desembarcó en el mercado anglosajón como parte del equipo de expertos del reality más visto de Australia. Y pasó lo que en toda Latinoamérica: los australianos se rindieron ante su simpatía y acaba de ser nominada como Nuevo Talento Emergente en los premios más prestigiosos de ese país. Con Infobae habla del amor, del cuerpo y, por supuesto, de sexo.
Fotógrafo: Fabian Morassut // Gentileza: Cristian Rey
Alessandra Rampolla tiene mucho para festejar. En octubre se cumplen veinte años redondos desde que la puertorriqueña desembarcó con su PhD en Sexología Clínica del Institute for Advanced Study of Human Sexuality de San Francisco en el programa Confidencias, por el canal Cosmopolitan, y se convirtió en la voz autorizada del erotismo en toda América Latina. Por entonces, pocos se atrevían a hablar con naturalidad de sexo en privado y mucho menos del placer femenino. Rampolla hizo escuela mientras respondía, didáctica, todo tipo de preguntas de mujeres y varones con una vulva de peluche en la mano.
La vulva de peluche se llama Bamba y llegó tan lejos como ella. Fue una imprescindible en su valija cuando el año pasado viajó a Australia para sumarse al equipo de expertos del reality más popular de ese país, Married at First Sight (Casados a primera vista). Ese experimento social en el que las parejas se casan sin conocerse, marcó también el ingreso de la sexóloga más famosa de habla hispana en un mercado impensado cuando debutó con un tímido segmento en el noticiero matinal de Teleonce de Puerto Rico: el anglosajón. Y al igual que los latinos, los australianos se rindieron ante su simpatía y su gracia a prueba de cualquier tabú. Acaba de ser nominada como Nuevo Talento Emergente en los TV Week Logie Awards –tan consagratorios en ese país como los Emmy en los Estados Unidos– que se entregan el próximo 19 de junio. Desde Colombia, donde aprovechó para hacerse un chequeo con el médico que hace catorce años le practicó la cirugía bariátrica por la que perdió 50 kilos, Alessandra habló con Infobae de todo: el amor, el cuerpo, el éxito en la aventura de volver a estar a prueba ante un público nuevo y, por supuesto, de sexo.
–¿Cómo vivís este reconocimiento tan rápido en un mercado donde tuviste que empezar otra vez de cero? –¡Yayyy! Estoy muy contenta, porque lo último que me esperaba en la historia era que pasara esto en Australia, ¡es una loquera! Así que estoy celebrando y súper feliz. Es rarísimo desde un lugar muy maravilloso; un giro de una vuelta que en plena pandemia, estando en Buenos Aires con un proyecto en la Argentina donde tenía la intención de participar todo el año, de pronto se paralizó todo y me quedé encerrada cuatro meses en un apartamento sola con mi perrita –una caniche toy a la que bautizó Lola Milagros Lady Gaga– y sin tocar piel humana, me llamaron para hacer este programa en Australia.
–Y en plena pandemia terminaste llegando a Sidney. –Claro, y llegué literalmente sola, ni con la perra, a un país que estaba completamente cerrado y donde no conocía a nadie. Fue todo una aventura, pero de empezar de cero real: no había ni una persona que supiera quién era allá. Entonces personalmente fue un reto, porque era un poquito probarme a mí misma. “Okay, pasaron veinte años, la gente que me compró hace rato. Pero, ¿estoy diciendo algo que todavía interesa?”. Y hay un retorno después de dos décadas de carrera. Fue una experiencia de vida muy alejada a todo, han sido difíciles estos últimos dos años de la pandemia y más pasando todo ese tiempo la mitad del año en Australia, lejos de las personas queridas y muy enfocada en mi trabajo. Lo menos que me esperaba era este reconocimiento y por eso significa mucho porque es como que “Ah, bueno, ¡se dieron cuenta de que llegué!”.
–¿Y con qué te encontraste en cuanto a las conversaciones sobre la pareja y el sexo en Australia frente a lo que vos conocías más que era la sociedad latinoamericana? –Yo llegué teniendo otra expectativa, porque uno piensa que los latinos somos los más conservadores y los que menos hablamos. Yo creo que hay un mercadeo alrededor de que los latinos católicos no hablan de sexo y es mentira. Se habla muchísimo más de sexo en América Latina que en otros países. Yo esperaba un país mucho más abierto, que estuviera más con la mano puesta en el pulso de las conversaciones que se están dando a nivel global en términos de misoginia, patriarcado y feminismo y lo que se dice y se acepta, y me encontré con una sociedad bastante más conservadora de lo que imaginé. No están habituados a lo que yo hago, que es comunicación masiva en términos de sexualidad, aunque en el programa, que ya tiene su formato, no esté fungiendo como sexóloga. Pero el mero hecho de que supieran que lo soy, ya causó revuelo, porque no están acostumbrados a ver profesionales que trabajan el tema y que hablen abiertamente de lo que surja: eso no está instalado en esa sociedad, porque allá no existen sexólogos televisivos ni mediáticos. Y también fue interesante ver dinámicas de pareja tan similares, cuando uno pensaría que se iba a encontrar con algo novedoso o más evolucionado, y ¡nada que ver!
–¿Cómo son esas dinámicas de pareja? –¡Complicadísimas! Como seres humanos no necesariamente estamos muy entendidos de quiénes somos personalmente y, cuando interactuamos con otros, pues se vuelve complicado, decimos que queremos una cosa y en verdad estamos haciendo cosas distintas. Y todas esas cosas surgen en este reality donde, sabiendo, por supuesto, que no existe una fórmula y que hay muchas teorías, nos basamos en el expertise de profesionales en sexualidad, psicólogos y expertos en relaciones de pareja. Hay tres expertos que juntan a personas que son solteras para que entren en el experimento social de casarse: se conocen en el altar sin haberse visto nunca, se dicen: “Hola, mucho gusto, y mañana nos montamos a un avión y nos vamos de honeymoon. Y regresamos a vivir dos meses juntos a ver si nos enamoramos”.
–¿Y funciona? –Es que esa es la maravilla de la vida real, porque según lo que cada uno ha dicho en los procesos previos sobre lo que quiere y lo que busca, la otra persona podría ser –se supone que– compatible. Pero al final del día, uno nunca sabe. Hay veces en que en el papel pareciera que van a ser perfectos, y se conocen y se detestan, y otras en que uno piensa que es gente que jamás podría estar junta, y se enamoran y tienen hijos.
–¿Te pasó en la vida real tener una relación que empiece por el final? No digo tan extremo, pero al menos eso de enamorarte a primera vista. –Qué sé yo, sí… Amores rápidos, amores intensos, eso sí me ha pasado. Pero nada parecido a lo que hacemos en este reality. Lo interesante es ver hasta dónde pasa la teoría y lo que se supone, y dónde es que entran la química y la magia y la piel y eso que es indescriptible y que, al final, puedes tener esta persona a tu lado que tiene todos los puntos que estabas buscando y es un huevo sin sal y no va a funcionar. Encontrar ese balance y ver qué hacemos cuando estamos conscientemente queriendo establecer una relación estable, termina siendo un espejo de lo que hacemos en la vida real y genera una conversación social de mucha valía. No pasa por explicar la técnica 42 para sexo oral, que es lo que vengo haciendo hace tantos años, sino que está encarado desde un enfoque distinto.
–¿Aprendiste algo sobre lo que hay que hacer para que las cosas funcionen cuando se busca estar en pareja? –Me vengo dando cuenta cada vez más de que no hay secretos. Hay gente que elige ser vulnerable y darse a conocer y a entender y que elige dejarse querer y se esfuerza en construir una buena relación de pareja. Hay gente que se quiere bien y gente que no se quiere bien, y eso no pasa por ningún truco, sino por una cosa mucho más humana y que nos une desde un lugar mucho más fácil que es conectar realmente con el otro. Si hay algo que se puso de manifiesto en estos últimos dos años en que hemos estado bregando con la pandemia es la importancia de la conexión real, porque son muchas las personas que han sufrido la desconexión del mundo y los afectos y vienen buscando cosas que tengan más peso.
–Ahora hay muchas aplicaciones de citas que cruzan algoritmos para dar con matches con mayores probabilidades de compatibilizar, ¿creés que tienen sentido? –Existen muchas teorías sobre lo que debería aumentar las posibilidades de compatibilidad. Tiene que ver con estilos de comunicación, con expectativas, con un montón de cosas. Cuando hago mis entrevistas con los potenciales participantes del reality para tener una idea de su historial sexual y por dónde pasan sus intereses y así poder hacer el matchmaking, considero lo que me cuentan y veo qué otras personas dentro del casting, por lo menos en lo que hace a la sexualidad –si es que todo lo demás funciona y se gustan–, coinciden en sus preferencias. Pero es una cuestión de potencialidad. No existe una fórmula exacta y no es una ciencia, porque si no todo el mundo encontraría su pareja ideal. Entonces, aplicaciones como Tinder, Happn, Grindr, o las que van más en profundidad en los cuestionarios, tampoco aseguran nada. Y es que, para mí, ni en el reality ni en las apps pasa por el matchmaking, sino por ver quiénes le ponen onda y realmente quieren.
–¿Tuviste alguna vez cuentas en aplicaciones de citas? Imagino que aún si quisieras debe ser complicado siendo tan popular, pero quizá en Australia… –Tengo, porque se abrieron hace unos años para un libro que estaba escribiendo sobre el tema de las aplicaciones, y llevaba años sin estar en ninguna, así que me anoté a todo. Algunas quedaron, pero no es algo que uso. En mi vida personal no me gustan las apps para conocer gente, no hago citas ni salgo con gente que conocí en aplicaciones. Las cuentas están ahí, salvo en Tinder, donde hace unos años llegando a la Argentina se activó la geolocalización y un montón de personas empezaron a reportarla pensando que era falsa, y los de Tinder le creyeron a la humanidad y me bloquearon. Pero no fue un big deal, porque, claro, no la estaba usando. Conozco el tema, he hecho mi research, muchas amigas las usan de manera activa, pero no es lo que me gusta a mí. Aunque, sí, hay cuentas mías por ahí, porque nunca me ocupé de borrarlas.
–Me contabas que pasaste cuatro meses encerrada con tu perrita en Buenos Aires. Fue un momento en que estuviste muy activa en redes recomendándole a la gente que experimentara el sexo virtual, ¿cómo lo llevabas vos? –Como el resto del planeta Tierra, ¡con altibajos absolutos, por supuesto! Para mí fue una gran bendición que como consecuencia de mi trabajo hubo tanto de qué hablar, sobre todo con el tema del sexo virtual, que en la Argentina fue un boom, y hubo tantas notas, que yo tenía motivos para maquillarme y salir de la cama, sino me hubiera estado arrastrando. Porque había días, y más al principio de la pandemia que se desconocía tanto, y yo estaba en un país que amo pero que no era el mío; tenía a toda mi familia en Puerto Rico, lejísimos, y mis papás son envejecientes, no sabía si se iban a infectar, ni si los vería y escuchábamos cosas horribles.
–Ahora estás en Colombia haciendo chequeos con tu médico bariatra. ¿La cuarentena también te afectó en ese sentido? El año pasado posteaste en tu Instagram una foto del antes y después con la leyenda: “Esta es mi vida”, que fue muy elocuente porque a veces uno de afuera se imagina que son procesos fáciles, pero implican cambios de hábitos muy grandes que vos sostuviste en el tiempo. –Siempre que puedo paro aquí para que él me haga análisis y aseguramos de que estoy en buena salud. Este año se cumplen 14 desde mi cirugía y desde que yo pasé ese proceso, y lo miro ahora muy distinto, porque he tenido oportunidades de reflexionar. Con la pandemia, una de las cosas que pasó es que yo como consecuencia de la cirugía, desde el día que me operé, tengo que suplementar siempre vitaminas porque, cuando como, no absorbo igual en el cuerpo y necesito balancearlo. Y durante muchos años me acostumbré a tomar infusiones de suplementación; pero llegó la pandemia, dejé de hacerlas, y se me crashó el sistema y subí de peso como no había subido nunca en 12 años, porque subí 35 libras (unos 15 kilos). Así que fue un poquito recordar y reaprender que la cirugía es una herramienta, pero una tiene que estarse cuidando todos los días. Y por eso estoy en Colombia, como parte de reconectar con ese chip de entender que esto no es mágico: si no me alimento con las comidas que debo o no tomo mis suplementos, no funciona.
–Bueno, claro, le pasó a todo el mundo lo de no poder sostener hábitos alimenticios en pandemia. –¡Y los vinos en los zooms con las amigas! Todo se junta, pero el punto es que tuve que volver a ocuparme y estoy en muy buena salud gracias a Dios, porque a mi la cirugía me dio la posibilidad de mantener mi salud todos estos años. Y en cuanto me estabilicé con mi nutrición, todo volvió a su lugar y el peso que había subido se me fue solito, no tuve que hacer dieta ni nada, sólo ocuparme de mi salud. Esa cirugía fue muy importante para mí en el momento en que la hice: fue sentir que estaba en control de mi cuerpo. Me regaló eso y me lo viene regalando hace mucho tiempo, así que es algo de lo que nunca me voy a arrepentir.
–Cuando vos te sometiste a la cirugía, los movimientos de body-positive y aceptación corporal no estaban tan en boga, pero a veces hay un backlash incluso desde los feminismos que lo consideran una rendición a los mandatos del heteropatriarcado. ¿Te pasó? –¡Y sí! Es la ironía, ¿verdad? Mucho body-positive pero igual te cuestionan todo. Para mí era un tema de salud muy importante que no pasaba por el cuerpo heteropatriarcal, o que le guste o no le guste a quien le guste, con el nombre que le quieran poner, ¡ era una situación de vida personal! Yo estaba estaba en una situación de mucho descontrol y de mala salud, y elegí la salud en mi vida. Eso viene con unos cambios que se ven desde lo estético, pero el cambio es a otro nivel.
–¿Hay un cambio también en cómo te tratan y te miran a partir de ese cambio estético? –¡Y sí! Pero eso es un problema de ellos, el tema es el momento en que yo me libero de la mirada del otro. El otro siempre va a mirar, pero, incluso en el sexo, siempre al final pasa por cómo uno lo está viviendo, por eso te decía que lo que importa es cuán vulnerable uno está dispuesto a ser, cuánto está dispuesto a comunicarse y a dejarse ver, a creer, a dejarse sentir. Nos aguantamos mucho y nos cohibimos muchas veces; uno mismo hace el autosabotaje o no se permite ciertas cosas, y se autoflagela. Y ese discurso interno es muy dañino. Entonces yo creo que pasa por la vivencia personal de una y siempre he hablado de esto: las cosas a tu manera, cuál es tu forma, cómo le encuentras la vuelta. Y, por supuesto, el mensaje grande del body-positive es justamente que no hay que comentar sobre los cuerpos de nadie y cada uno tiene su historia, su razón, y su manera de elegir verse o no verse, y no hay que cuestionarlo. Pienso en mi cuerpo post bariátrico, yo me hice la cirugía cuando tenía treinta y pico, una mujer joven, y post bypass. Después de bajar mucho de peso, hay flacidez, y eso no hay manera de resolverlo: para la mayoría de los pacientes implica cirugías de reconstrucción. Y no es por verte perfecta, sino porque tienes 30 años y luces como si tuvieses 70, con piel que está de más, estirada, y hace mal.
–Otra exigencia, imagino. “Era como nosotras y había logrado romper con el estereotipo, pero ahora quiere verse perfecta”. –Hay mucha controversia también con cosas así para personas que han tenido ese tipo de bajadas de peso tan intensas, se critica mucho: “Ah, entonces ahora lo que querías era que te vieran así o asá”. Y, no, ¡tal vez no me quiero ver derretido porque eso no me hace sentir bien! Para mí ha sido todo un tema, porque yo no me sometí a cirugías de reconstrucción, pero no quiere decir que no esté consciente todo el tiempo de que eso está ahí y siempre puede traer temas de autoestima con cuánto uno acepta su forma. Tú me ves vestida y dices “¡Wow, la Rampolla está de show!”, y me viste sin ropa y dices “¡Pobre la Rampolla!” ¿Y qué importa?, si yo estoy feliz y saludable, y soy la misma. Pasa mucho por la experiencia de la persona en particular y me parece que el respeto a la elección real, libre y autónoma de cada cual es lo que tendría que dictar todo el movimiento de aceptación, que es importante y lo comparto, pero por el que al final terminamos igual hablando del cuerpo ajeno.
–¿Alguna vez sufriste bullying por no acatar mandatos? –Por supuesto, cuando no respondía al estereotipo y cuando respondí también. Porque cuando yo bajé de peso, lo primero que me dijeron fue: “¡Qué horror, te dañaste! ¡Nos abandonaste!”. A la vez que mucha gente me decía “Ay, ¡qué divina!”, otros me decían “Qué horrible persona eres, ¿cómo se te ocurre bajar de peso?”. La verdad es que, en su gran mayoría, yo he tenido una recepción muy positiva del público y de las personas que no me conocen con mi proceso en general, pero hubo de todo. Y a mí me llamó mucho la atención en su momento porque además todavía no estábamos teniendo las conversaciones que se tienen hoy día sobre sobre los cuerpos y todo indicaba que todo el mundo iba a querer que yo estuviera delgadita, y cuando empecé a escuchar que la gente se enojaba, decía: “Pero es que no entendieron, esto era por mí, no por ustedes”.
–Me preguntaba algo parecido respecto del sexo y las nuevas miradas de los feminismos. Se habló mucho de cómo se empezaba a codificar también eso con todo lo que hoy sabemos, ¿hay una manera correcta de irse a la cama para cumplir con el manual? –Mira, yo pienso que la manera más correcta de ir a la cama, usando puntualmente la forma en que lo planteaste, es bien informado en uno mismo. Uno va armado con el autoconocimiento de su cuerpo, su deseo, sus placeres, lo que le excita y, si yo realmente me conozco, veo cómo voy a interactuar con otra persona y de qué manera permito que esta otra persona conozca mi sexualidad, pero hay un adueñamiento y hay una autoresponsabilidad también por adueñarse de esa sexualidad que no pasa por el otro, sino porque te estoy mostrando cómo funciona mi sexualidad. Y esto no necesariamente lo sabe todo el mundo, porque sólo yo soy experta en mi sexualidad y aquí te vas a enterar cómo respondo. A la cama, como dices tú, se va para educar al otro también.
–Bueno, vos sí sos experta en sexualidad, más allá de tu propio cuerpo. ¿Qué genera eso en los demás? –¡Nooo! ¡Yo no soy experta en el clítoris de Mercedes ni en sus fantasías! (risas)
–Claro, pero cuando te encontrás con otros, a alguno le debe pasar eso de: “Estoy con la Rampolla, que sabe todo, ¡qué presión!” –Puede pasar, of course, pero lo evito a toda costa: no hay nada que me deserotice más que una persona que está como: “Uhhh, la Rampolla”. Noo, me vomito veinte veces y salgo corriendo.Yo, como cualquier mujer, quiero sentir que un hombre –porque hasta este momento en mi vida, lo que me ha gustado son los hombres–, el que fuera, me vea y diga: “Ay, qué nena linda y qué simpática, ¡la quiero conocer!”.
–Como decía Julia Roberts en Notting Hill, después de todo sos sólo una chica parada frente a un chico pidiéndole que la quiera. –Es que me parece que es lo que todos los seres humanos queremos, lo que pasa es que nos ponemos todas estas máscaras y no necesariamente andamos en la vida pregonando nuestra vulnerabilidad. Pero la verdad es que conmigo, la persona que se asusta, o la persona que se babea demasiado, a mí no me gusta. Entonces, esa persona no va a ser la que termine sentada cerquita mío, hablando conmigo, ni que de repente me va a gustar y con quién voy a querer intimar.
–¿Ahora estás en pareja? –Ahora mismo no estoy en pareja, y es la primera vez en mi vida. Y no sé si es bueno o malo, pero estoy tan contenta, tan feliz y tan cómoda, y tan no necesitando que nadie venga a molestar mi paz, que estoy muy clara en que para tener una relación seria en este momento tendría que ser alguien que realmente traiga tanta luz y tanta alegría y tantas cosas buenas y sume tanto, que, si no, estoy muy complacida, muy satisfecha, para nada aburrida y pasándola lindo como estoy. Estoy muy tranquila y sintiéndome muy bien con mi soltería, y no sé si eso te lo hubiera dicho hace cinco años; ha habido algo ahí en mí que hace que de verdad me sienta muy cómoda hoy.
–Volviendo a esto de lo que es correcto o no en la intimidad, sobre todo en relaciones ocasionales, hay un tema que es que otra vez varones de todas las edades se resisten a usar preservativo. Hubo una época en que el miedo del contagio de HIV hacía que estuvieran muy conscientes de la importancia, y ahora volvió a ser un problema y un tema a negociar. ¿Cómo se hace para insistir y que no se corte todo? –Es así, y sobre todo en determinada edad. Pero, bueno, si se corta o no se corta la cosa porque el tipo no quiere usar, y bueno, está en él. Sí me parece que ahí hay una cuestión que es que es que simplemente uno tiene que poder tener límites y reglas de lo que permite y de lo que no permite. Y si tú quieres no permitir la posibilidad de enfermedad en tu vida, tú te vas a asegurar que seas tú la que caiga siempre con los condones, y si esa persona no está dispuesta, bueno, pues ¡chau, pescado! Nos vemos a la próxima, cambio y fuera, ¡cada 15 minutos pasa una guagua, monta en la próxima! O sea, no es un problema. Si te vas a acercar a jugar a este cuerpo, hay que negociar las reglas, y una de las reglas de exclusividad de entrada en este club de fiestas sexual es el uso de preservativo y, si no te gusta, chau. Hay muchos otros clubes sexo por ahí, ¡vete pa’ otro! Así lo manejo yo y es clarísimo, pero me parece que realmente tiene que haber un lugar donde uno lo integre y no haya ni vergüenza. El tema de la vergüenza y el miedo a no gustarle… ¡Nooo, que se preocupe él por gustarte a tí! Hay cuestiones en dónde uno está dispuesto a negociar, y me parece que con la vida y la salud no se negocia, por lo menos con la mía no lo negocia otra persona. Con la mejor onda, pero estas son las reglas, baby.
–¿Cómo se volvió al sexo post-cuarentena? Se suponía que iba a haber un baby boom y que la gente iba a salir corriendo a tirarse encima de lo que se le cruzara, ¿fue tan así? –Hoy me parece que está todo bastante igual que antes. Creo que hubo un momento, sobre todo cuando estábamos todavía viviendo restricciones y uno no se podía movilizar tanto, en que la gente estaba más pendiente de los vínculos reales, porque se dificultaba mucho más lo casual. Pero hoy pareciera que no hubo pandemia y, justamente, tal vez es porque la gente ahora siente la libertad de vuelta y está otra vez muy activada.
–¿Por qué se apaga a veces la chispa del buen sexo? –Por las expectativas, que a veces distan de las de los otros. La experiencia que tenga cada cual frente a las expectativas, porque uno arma una expectativa de acuerdo a su nivel de información y a sus propios gustos y preferencias, a moralidades que cada cual puede tener viniendo desde lugares y costumbres distintas. Esas experiencias de vida te van marcando y hay que ver todas las áreas en donde se cruzan las compatibilidades y hacer que esas áreas crezcan, y, obviamente, respetar los espacios donde no somos tan compatibles. Me parece que uno de los factores que absolutamente deberían tomarse en cuenta en términos del armado de una pareja y de ver su compatibilidad a largo plazo es si el sexo realmente funciona y es placentero y excitante para ambos, de manera que pueda sostenerse a largo plazo. De lo contrario tienes una relación que te va a durar un tiempito, pero eventualmente se va a terminar interponiendo el tema sexual, porque, cuando eso no fluye, hay problemas. Entonces es algo que hay que hablar para poder entender de dónde viene cada uno y qué es lo que busca.
–Las expectativas también incluyen a veces la frecuencia. ¿Hay un número que sea el piso razonable, digamos?
–Noo, eso es cuántas veces quiero hoy, cuántas veces quiero esta semana, cómo me siento la semana qué viene, cómo te sientes tú, y cómo negociamos. Ese tema sale mucho porque a la gente le gusta hacer la comparativa y como una escucha aquí y allá, siempre está alguien que te dice: “Nosotros tenemos sexo tantas veces en semana”. Y tú sientes que si haces de más, como que “Ah, ¡chocamos las manos!”. Hay competencia, como si fuera mejor la cantidad de la calidad, y no necesariamente es el caso. Las libidos son distintas en diferentes personas, las situaciones de vida también, ¡cada semana en particular puede ser distinta!, pero mientras uno esté satisfecho y haya apertura para negociar e ir llevando los altibajos de la vida de las parejas, no es un problema. Lo que sí tiene que haber es un espacio donde, cuando sí se juntan, haya fuego para jugar y quieran jugar cosas similares y se retroalimenten y se ayuden a llegar a lugares que exploren juntos. O para que aventuren sexualmente con fantasías, o lo que cada cual quiera hacer que le haga sentir que le está echando un poquito de condimento a su pareja.
–¿Hay algún tip para aventurarse mejor?
–Sí, el tip sería darse aire para tener perspectiva y poder seguir mirándonos con deseo. Tiene que ver básicamente con esta idea de la analogía con una parrilla, que se usa tanto en Argentina: si quieres prender el fuego, tienes que abanicarlo con aire para que crezca, y cuando lo vas a apagar, lo tapas. Cuando la pareja está todo el tiempo encima de la otra persona, y hay mucho movimiento, o es todo familia o es todo los nenes, o lo que fuera, eso apaga la llama de la pasión. Cuando uno tiene intereses individuales y cada uno se siente realizado, y de repente tienes distancia y puedes ver a tu pareja interactuando con otra gente y dices “Wow, es tan sexy”. Esas cosas, cinco o quince años después, literalmente chequear a tu pareja y que te guste porque tienes perspectiva para poder hacerlo, ayuda muchísimo a alimentar el deseo, Y lo que cuesta con la pareja a largo plazo es justamente mantener la intención del deseo. Si ya tienes la compatibilidad, tienes una parte ganada, pero no la aprovechas si no tienes un spark de deseo y el deseo, que es el fuego, tienes que alimentarlo con espacios y con aire.
–Me quedé con eso de la técnica 42 para sexo oral.
–(risas) Yo siempre digo “la técnica” y pongo algún número raro. Pero te digo una básica, que debería ser la número uno: cubrirse los dientes, ¡con sexo oral y felaciones hay tantas quejas con raspones de dientes o testículos heridos! También hay que usar mucha saliva y las manos, para que no se canse la quijada y para evitar las arcadas, que son feísimas.
–Vos empezaste a hablar de sexo cuando nadie se animaba, ahora la gente habla mucho más, ¿cuánto se hace, aparte de hablar?
–Yo creo que la gente hace y creo que cada vez lo hacen más informados y eso genera una inmensa cantidad de placer. Realmente cambió la cabeza, porque hubo un cambio de generación, y esta nueva generación creció escuchando estos temas. Desde que yo empecé, en 2002, me parece que es otra cabeza.
–¿Qué hizo que sintieras hace veinte años la necesidad de abrir esta conversación?
–Fue muy orgánico y muy sorprendente, porque yo estaba clarísima en que necesitaba decir estas cosas. Mi yo de hace 20 años atrás no tenía miedo porque estaba completamente convencida de la importancia de mi mensaje. Yo pensaba en mis propias amigas y en mí, en las miles de conversaciones que teníamos en privado. Y estaba muy segura, sobre todo con el tema de las mujeres, porque siempre entendí que la sexualidad que no estábamos entendiendo y de la que no estábamos hablando, el placer que no se estaba considerando era el femenino. Y desde mi lugar profesional me sentía muy segura de que mi formación era sólida, que era algo muy importante en mi mundito, pero había una labor social muy grande por delante. Y la respuesta del público fue sorprendente, porque fue muy masiva, pero también porque enseguida entendió lo que yo decía.
–¿Dónde tenés a Bamba hoy? ¿Viaja con vos por el mundo?
–Hay veces que se queda en casa, en Puerto Rico, pero a Australia me la estoy llevando, porque como me estoy yendo por cinco o seis meses y hago eventos y cosas online, pues yo caigo con una cajita muy feliz, que no uso personalmente, pero que tiene muchos artefactos, y en esa caja habita Bamba cuando viaja conmigo.
–¿Cómo es el kit de la cajita feliz ideal para las mujeres?
–Práctico, discreto, feliz y eficiente. Si vas a invertir en algo, invierte en esto y olvídate del resto de la caja: por favor, todas tengan un buen chupador de clítoris. Los succionadores de clítoris son un game-changer en términos de focalizar la atención a donde debemos focalizarla, porque es donde tendríamos que estar esperando tener un orgasmo. Los orgasmos se dan de manera muy placentera y muy rápido. Conozco a tantas personas que se les dificultan otras formas y aquí tienen placer, porque no es una cuestión vibrante que te va a hacer sentir un poco adormecida el área, y es muy focalizado en el clítoris y puedes variar ritmos, entonces es muy fácil encontrar justo lo que a cada cual le sirve. Así es que, para las mujeres, sin duda para mí ese sería el juguete.
–¿Y para la pareja?
–En términos de pareja, yo creo que no hay ni que tener ni necesariamente salir a comprar al sexshop: se puede ir por la casa, tener un buen pañuelo de seda para cubrir los ojos o tal vez atar a la cama, alguna cosita así… No tiene que ser como el súper bondage kit, a menos que te encante eso. Para jugar alcanza con una venda de ojos, una pluma, una cosquillita, una cosa sexy, un masajito con algo de aceite que de calor y te ayude a facilitar las caricias. Porque eso sí es clave: tocar todo el cuerpo, no ser tan genitocéntrico en términos de la sexualidad y permitirse el juego para sentir algo un poquito distinto.
–¿Y para los varones? Así no se ofenden tampoco…
–Bueno, me estaba acordando de cuando hacíamos el espectáculo en Buenos Aires con Jey Mammón –¡tan bello mi Jey! ¡nos reíamos tanto!–, y teníamos siempre una cajita y había un juguete que a Jey le parecía muy curioso y siempre decía que era como Fin de Año en Japón (risas). Es un consolador anal que tiene vibración, y lo colocas internamente y tiene también un aditamento como para acariciar externamente el perineo y hace estimulación directa e indirecta de la próstata. Tal vez para un hombre con un anillo de pene es suficiente o hasta con un condón, y para otros, bueno, ¡existe Fin de Año en Japón!
–La última, Alessandra: ¿sos buena en la cama?
–Hay veces que soy súper buena en la cama. Hay veces que yo misma me he sorprendido, y digo: “Wow, eres una fenómena”. Y hay veces que digo: “Bueh, mmm”. De verdad hay veces que me siento súper complacida con lo que ha sucedido y lo que he sentido, y otras que no son tan tremendas, y creo que le pasa a todo el mundo por igual. Creo que yo sí soy muy buena en mantener mi mano en mi pulso y entender qué me interesa y en qué momento. Hace muchos años que tomé una determinación de vida que es ser fiel a mí misma, pase lo que pase; soy yo conmigo y lo demás está por verse. Es cierto, soy experta en esto, pero en lo compartido, pues algunas veces es mejor que otras y al final hay que preguntarle también al otro. Yo puedo haberla pasado bomba y el otro no: en el sexo es todo subjetivo.
Por Mercedes Funes
Cortesía: Infobae
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